viernes, 21 de agosto de 2009

DE UN CONOCIMIENTO A VECES IRREFLEXIVO

¿Hasta que punto el uso de la tecnología puede llegar a ser el prisma de nuestra imaginación y el pensamiento? Pensamos, si, y lo hacemos a diario como tantas otras cosas. Somos un inconmensurable universo de ideas. Somos una acelerada modernidad en medio de una crisis visceral en cuanto a valores. Y ante todo este panorama, ¿es la tecnología, con sus efervescentes laberintos, una contundente salida que nos permite pensar más, o indiscutiblemente es una puerta que al abrirla nos dirige hacia una permanente reflexión?
Leía en el artículo: Las diversas influencias de la tecnología en el desarrollo de la mente, publicado por Gavriel Salomon, que existen cinco clases de efectos de la tecnología en el desarrollo de la mente: a) la creación de metáforas, b) la estimulación de nuevas diferenciaciones, c) la clase de asociación con la tecnología, d) el cultivo de habilidades y e) la internalización de instrumentos tecnológicos y representaciones. En cierta manera, a través de esta lectura pude observar que el efecto que produce el uso de cada herramienta tecnológica en el pensamiento, o en la estructura mental, es un imbricado proceso de luces que retiñen el concepto de inteligencia. Y siempre me he preguntado en que momento el avance tecnológico puede llegar a ser más avanzado que la inteligencia del hombre, cuando es a través de nuestra inteligencia humana, abarrotada de creatividad e imaginación, la que hace posible que en el mundo seres robóticos parecidos al hombre, operen con otra inteligencia.
Hoy existen tantos caminos como mundos en el virtual espacio de las TIC’s, que nos permiten participar en el rutilante mundo de la tecnología. Tal vez sin darnos cuenta hemos llegado a construir un planeta que no solamente está interconectado sino que también es la más ulterior puerta que conecta con nuestro propio sueño ahora real, un sueño plasmado de fulgurantes promesas, pero que a la hora de revitalizar nuestro pensamiento con ideas claras que hablen de una poderosa evolución tecnológica que nos reivindique como seres humanos, revienta nuestro más inteligente camino hacia el pensamiento: la reflexión. Acaso la misma pregunta que Gavriel Salomon se plantea en su artículo, transite de igual forma por los pasillo de mi mente: ¿cómo pueden las tecnologías de educación servir no solamente como herramientas para pensar, sino como una ayuda para desarrollar la capacidad de pensamiento?. Porque si que es distinto pensar usando la tecnología, y esperar que la tecnología nos quiera mostrar un instante cumbre en nuestra capacidad de imaginar, de soñar, de crear, de conmocionarnos frente al mundo y nuestro universo.
Hablamos de la mente y de la inteligencia humana. Hablamos de un universo tecnológico que geométricamente abarca todo un espacio o un “marco de pensamiento” que segundo a segundo persigue nuestro deseo más ignaro, aquel que se manifiesta en nuestra más irreflexiva ilusión de creer que sabemos de algo sin primero conocer cada una de sus partes. A veces pienso que creemos saber de tecnología, y si miramos por separado cada una de las partes por las cuales hemos llegado a conocer esa tecnología, todo queda en la superficialidad de un conocimiento sin criterio ni ideas.